A LA SOMBRA DEL MALDITO ME UNÍ Y LLORÉ
I
Lancé una
lágrima al vuelo y me tragué una sonrisa.
El hedor mismo
de una tierra sosa,
los negros
tasajos del Maldito y yo,
se prendaron de
mi mente, gritando sin más:
- Derrama su
sangre o aguarda el suicidio-.
Recogí en mis
manos el hastío
y me lo eché al
bolsillo
Faltaba un
trecho. Debía marchar.
II
Fui y volví
sobre un fusco erial sin huellas
que se relamía
las entrañas
al paso de mi
sombra traicionera.
¡Y era tan temible,
tan poco placentero
el crujir de huesos
bajo el mazo del silencio
que mi
desasosiego creció
hasta llenar de
gusanos mi cara
y ni mi alma se
enteró!
III
Me cansé de
buscar venganza en vano.
La muerte ya se
había llevado todo ¡No!
¡No se llevaría
también mis esperanzas!
Escupí mi
nombre mal grabado
en una vieja y grotesca
lápida de estiércol
y un enfermo y
pálido rayo de sol
hirió mis oídos
gritando ¡JAMÁS!
El cielo
entonces callado quedó.
IV
El recuerdo de
ese viejo compañero, mi Maestro,
que en el arte
de perder muy presto me adiestró
resonó en las
calles, demasiado ocupadas
en atrapar con
su torcidos tentáculos de asfalto
otro incauto
visitante de Las Ciudades del Caos,
<< ¿ Sois
acaso vos, querido hijo? ¿ Sois acaso vos? >>
Era el eco del
anciano… sólo un eco y nada más.
Pero la voz persistía
y la angustia me tentó.
V
Deseaba como
nada en esta tierra
encontrarle
nuevamente. << Lo que será, será>>
Me dije
siguiendo el murmullo malicioso
Pero ¿Cómo
desprenderme de esas malditas memorias
acosándome
mientras me hundía
en la calle
desierta? La sabia
sombra de tu
padre, ese mismo que osó
abandonarte, bien podría reír mientras morías.
VI
Pedí un trago de
visiones más alegres
Lo apuré de un sorbo y de
una maldita vez
se tragaron mis pasos
el camino
La oscuridad de La
Ciudad ya no me afligía
¿Cómo podría hacerlo si
eran sus tinieblas
un calco de mi negro
corazón? Aún más,
un motivo de alegría mi
sangre adivinó
al encontrar en la
calle un final y no la Estigia.
VII
Antes de mi espíritu atestar
con ilusiones vanas
llené el tambor con
seis balas asesinas
<< Una por cada
año >> murmuré sin ningún júbilo,
pues matar, decía el
Maestro, es cosa seria
Y risas de amigos hace
tiempo muertos
danzaron en mi cabeza
¡entre ellas esa voz,
voz infame, el eructo
de un asilo,
de aquel monstruo que
en mis manos ardería!
VIII
La Ciudad entera soltaba
obscenas carcajadas
¡Sus ojos de neón
guiñaba a mi paso! Creerás
que había perdido la
razón… como si
la misma razón, razonable
fuera..
Un reflejo de mi alma
era. ¡Ingenua! ¡Reía yo con ella!
En secreto. La Ciudad
no podía saberlo. ¡Vaya!
¡Quizá ni yo lo sabía! Creedme.
Sólo así,
mediante engaños, la
felicidad os tocará.
IX
Por fin mi sed de
venganza se topó con el anciano
Y al deseo de matarle
otro deseo le ganó.
Descubrí en sus ojos
hipócritas, y él en los míos,
sin necesidad de
palabras, cual sería el corolario
de mi larga travesía.!Era
El Maldito! ¡Por fin lo tenía!
¡Debía quitarle la vida
y en lugar de ello le hacia la venia!
Ese viejo traidor y
mentiroso pero ¡En nombre de Dios!
¡Era mi padre! Y en vez
del Maestro, mi orgullo murió.
X
Ahora,
los muros, las calles, los negros cables de energía…
La Ciudad del
Caos conmigo gemía. Fue magia.
Un hechizo que dictaba: quien parta a
matarle jamás lo logrará.
Fui un tonto.
Siempre lo supe y él siempre, siempre
lo supo: Este parque, este burdel ,
esta casa y esta iglesia…
Este lugar
donde, de niño, de su mano anduve, lo sabía.
No quería
matarlo… ¡Sólo quería que me amara!
Y a la sombra
del Maldito me uní y lloré.
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